«LUCES DE MAZCUERRAS»
Cae la noche en Mazcuerras.
Un arado percutido llama la atención de sus gentes. En los pies del prado del castaño centenario, al otro lado del fresno de Sobarriba, el espectador está atento aunas formas que se dibujan en el perfil del paisaje, pero que a su vez, el creciente anochecer no permite su definición.
Se hace el silencio. Al cabo de unos momentos la perplejidad de la situación expectante se rompe, reconociendo a una figura humana entre las formas, aún, indescriptibles. El aire de la noche se transforma en viento cargado de mística.
Una llamada a la luz.
De detrás del castaño, o desde el arado iniciático, una luz, llevada por otro personaje silencioso, oscuro, casi sombra, se dirige a las formas, al son del ritmo de la percusión, que marca la peregrinación “espiritual-mística”…
La tímida claridad ambulante se acerca a las formas, que van siendo llenadas, en su interior, de luminiscencia, pudiendo, ahora sí, ser reconocidas: son las Luces, ¡se pueden ver! Animales endémicos de Mazcuerras, entes espirituales que pasean sus prados. Silenciados por los años, olvidados al ritmo que nos deshacemos de la inocencia. De día se confunden con las reses, pasan desapercibidos. De noche, son incandescentes. Su alma es un reclamo a la belleza y a la reflexión de la luz. Continúan los latidos férreos hasta desvanecerse con los ecos del horizonte.
Durante un verano, las Luces de Mazcuerras estarán al abasto de todos.
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