QUIEN DIJERA QUE VIVE EN LUZCUERRA

Desde la capacidad poética de Paulino, nuestro vecino, se propone fundir realidades, tendencias, nomenclaturas varias, que conviven en la cotidianidad del pueblo y sus gentes, creando una nueva definición, una nueva denominación, un invento del lenguaje en resumen: LUZCUERRA.
Y para dar oficialidad e institucionalidad a la propuesta se ofrece un escudo heráldico como si de un otorgamiento real se tratara.
BRAMERÍO FUNDACIONAL DE LUZCUERRA
(EL BAUTIZO)
Tremendo bramerío se escucha en el bautizo de la becerra. Sobre cómo llamarla discuten la vaca madrina y la vaca abuela. Blanca Sultán, la prohijadora, y frisona con las ubres bien puestas, remuge un nombre, hecho de luz, de miel y de poesía, que aspira a ser, más que nombre, diadema que augure en la joven testuz otras coronas a la esbeltez y a la cultura.
– “Ese nombre es inrumiable -brama la abuela-, y tan empalagoso que solo con pronunciarlo ya se me pican las muelas. Se llamará como se llamaba mi madre, pues es su vivo retrato, y ha de ser, como ella lo fue, la más guapa tudanca del valle».
– “Cachorra querida -replica la frisona, determinada a poner, ¿quién, si no ella?, negro sobre blanco la controversia-, no seas a un tiempo bovino y burra. Con ese nombre me la coronas basta y bruta. De trabajo y de guerra, tu escudo solo habla de cosas violentas. Cambiemos por ubres el blasón de las astas, por un sol hexagonal y dulce el del mazo y la amarguera, y retoquemos los siete lamparones para que parezcan estrellas.
– “Ya puestas a pedir, generosa sultana, que nos cambien, ¡oh, sí!, el trujo de escajos por fardos de alfalfa. Frisona exquisita, si nos prevés un futuro bastante más gris que el gris de nuestra capa, si no soportas oírnos berrar con la mu, si no te gustan nuestras ubres de cabra, ni nuestro monte de escajos, ¿qué haces aquí? ¡Vete a pacer tulipanes a Holanda!
– “Yo solo quiero que mi ahijada sea a mi par insigne. Esbelta y cultivada cual corcel con carrera. Lechosa clara y elegante como un cisne”.
– “¿Y qué comería semejante engendro? -restalla el rabazo malicioso de la abuela-, ¿hierba verde o alpiste?”.
– “Venerable cornuda, la gran asomá que ostentas presupone unas grandes raíces que, claro, no le dejan sitio a la inteligencia, tudanca obtusa, tu ignorancia me da pena”.
– “Pues, anda que tú, y qué pájaro diminuto, no sin angosturas, pudo anidar en tu cogote estrecho, ese colibrí piensa por ti te presta el cerebro. Pinta mocha, qué poco tienes de cuerno a cuero”.
El sabio buey Salomón que oficia el bautizo interviene en la gresca. Sabio a partes iguales por viejo y por buey, ya que en sus muchos años nunca del estudio le distrajeron las hembras, como digo, interviene en la gresca, aunque, nada más abrir la boca ya propicia que se ponga en solfa su supuesta sabiduría:
– “Está en un paisaje de la biblia, y se lo he visto a la gente en la feria, para conseguir acuerdos se parten al medio las diferencias, por eso hoy aquí dictamino que la becerruca se llame Luzcuerra”.
P.R.B. 2005
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